

La dignidad del cuerpo se reserva en el pudor de ocultar sus sugestivas formas, tras el velo, el turbante, pantalón, sotana, túnica, niqab, chador, hiyab, la burka; mientras que desde la desnudez el cuerpo acusa vulgaridad, lujuria, procacidad, obscenidad, pero, su peor deshonestidad, es que el cuerpo desnudo instiga a desear. La desnudez hace hablar al cuerpo y nos desafía a responder, desde los abismales deseos de nuestros poros.