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V: INGLATERRA Ljubljana, Eslovenia. 11:24 am. Había bajado ..

V: INGLATERRA Ljubljana, Eslovenia. 11:24 am. Había bajado rápidamente de la cama, ya que ese día tenía que irme del hostal muy temprano. Ljubljana, que es una capital pequeña, podía verse fácilmente en un día y quería aprovechar el tiempo de la mejor forma posible. Es por eso, que lo primero que hice fue tomar mi ropa interior, ponérmela (ya que duermo desnudo en los hostales) y apresuradamente bajar para arreglar la maleta. En el cuarto estaba justo debajo de mi cama un chico totalmente tatuado, con una sábana que apenas le tapaba sus partes íntimas y en el suelo, un jean y unos bóxers arrojados. Una de esas escenas de hostal típicas en que te pones caliente imaginando lo que pasa alrededor, pensando como la tendrá tu compañero de cama. Luego de regresar del baño, adornado con un graffiti sexual con una referencia directa a la pornografia que no ayudaba a mi calentura, encontré que el chico estaba despierto a un lado de la cama, saludándome de forma seca apenas entré y con ello, a las dos chicas que estaban haciendo la maleta junto a mi. Diez minutos después estaba ya en la calle, tomando un café como un prematuro desayuno. En una búsqueda de curiosidad en una aplicación, me di cuenta que había alguien sospechosamente se parecía al del cuarto del hostal. No, no solo se parecía: era él. - Hola, creo que eras el del hostal que estaba en mi cuarto, - le dije después de intercambiar números. Para mi desventura, yo ya había hecho check out de la habitación. Pero, ¿que posibilidades de coincidir habían para que dos chicos calientes esa mañana estuvieran en la misma habitación del mismo hotel? Bueno, era la segunda vez que me pasaba, si recuerdas lo que sucedió en Palma de Mallorca. Aquí, la cosa sin embargo pintaba aun mas arriesgada, ya que no tenía como entrar al hostal pero las ganas de tomar leche ese día, como si fuera el desayuno definitivo me ponía mas. El cielo de la ciudad avecinaba tormenta y tomé una decisión. Estaba muy caliente, pero muy. Dos días de viaje sin parar no habían ayudado sino a acumular ganas y líbido. Él por su lado, también. Los dos, por coincidencias de la vida, estábamos en la misma habitación. Él, me había morboseado el bulto mientras yo no quitaba mi imagen de verlo dormir con la sabana solamente tapándole su entrepierna. Y ahí estaba, en la entrada del hostal, mirando cómo entrar sin que se dieran cuenta los administradores. Al extremo de la recepción esta una puerta que solo se entra con llave y él, siendo el único de los dos que podía abrir, tenía que bajar a abrirla. Entonces nos sincronizamos de tal forma que yo al entrar simplemente seguía derecho hasta la puerta y que al acercarme, él detrás la abría. Funcionó. Perfectamente. En minutos estábamos en el cuarto. Él cierra la puerta con candado, porque no teníamos tiempo apenas para desatarnos ya que los chicos de limpieza podían entrar en cualquier momento a organizar el cuarto. Fue cuestión de apenas entrar, besarnos y ponerme de rodillas en el suelo mientras él, en la cama, como haciendo alusión aquello de temprano en la mañana se saca la verga para darme de comer. Yo, con ganas de más, me la tragaba profundamente en aquella habitación vacía de otros mochileros que se habían ido a caminar Ljubljana. Todo, con generar el más mínimo ruido ya que no queríamos levantar sospechas y que yo, ni siquiera estaba registrado en el hostal. - No se que pienses, pero te la quiero meter, - me dice. Aquello no estaba en planes, si es que “planes” puede definir esto. Hacía un tiempo no me la metían, desde Georgia he estado siendo activo con los chicos que conocía y las ganas de que me cogiera podían más. Era apenas de bajarme el pantalón, escupir y de tratar. Fue paciente y generoso, lo hizo con todo el gusto y me embestía en cuanto veía que mi culo estaba dilatado y que podía metérmela más. Yo ahogaba mis gemidos en la almohada, mientras sentía como me corría sin siquiera tocarme. Le dije que no se preocupara, que siguiera. Que igual me iba a correr de nuevo. Que estaba tan caliente, que un segundo orgasmo podía venir. Eso hizo que aún más me penetrara, mientras miraba a la puerta esperando que nadie nos interrumpiera en el momento más álgido de nuestro encuentro. El riesgo de ser descubiertos no le pudo más y poniendo mi cara al frente se ha corrido y yo con él. Chorros tras chorros de leche caen en mi cara, y los míos al suelo. Los trago, los limpio, nos vestimos y salimos a caminar la ciudad. Una Ljubljana en la que mi barba quedó con rastros de leche de un mochilero y que el suelo del hostal tuvo una historia que contar. Justo a tiempo.

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