

Bucarest, 3:30 pm.
Creo que tengo un fetiche con los lugares abandonados. No tenía ni 18 años, y ya trataba de brincar cercas y explorar por mi ciudad. Poco a poco, creciendo y recorriendo el mundo, me dí cuenta precisamente en lo abandonado donde me siento más libre de ser y de estar. Es como ser dueño y señor de lo ajeno. ¿Saben que es lo más irónico? Que tengo en fotos un 1% de los sitios a los cuales he entrado, me he dejado llevar, solo o acompañado. Es mezclar lo prohibido de entrar, más lo prohibido de quitarse la ropa. El de ser atrapado en cualquier momento.
Y tal vez eso es lo que lo hace más interesante.